La política es un mundo fascinante en el que abundan personajes que desafían las leyes de la naturaleza, la educación y, a veces, hasta de la evolución. Uno de ellos parece empeñado en demostrar que el paso del mono al hombre no es tan sencillo como Darwin nos contó. La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, lo definió a la perfección con ese gracejo castizo tan característico en ella: «¿Sabe usted la expresión de que ‘tiene más peligro que un mono con dos pistolas’? Pues ahora se va a decir tiene más peligro que un ministro con el Twitter».

Imaginen a un simio con wifi desatando su furia a base de aporrear con los pulgares la pantalla táctil de su móvil para soltar mensajes incendiarios, broncas personales y una cantidad de sandeces impropias de un cargo público. ¿Para qué evolucionar si tienes Twitter para dar rienda suelta a tus impulsos más salvajes?

Ese Darwin viendo a un cargo público sentirse más a gusto en el papel del primate rabioso que en el del político sensato y respetuoso. Un personaje al que sus habilidades diplomáticas se le esfuman más rápido que un plátano en un zoo lleno de gorilas hambrientos. Si el científico inglés levantara la cabeza, se llevaría las manos al rostro y exclamaría: ¡Nunca pensé ver un retroceso tan espectacular en tan poco tiempo!

«¿Sabe usted la expresión de que ‘tiene más peligro que un mono con dos pistolas’? Pues ahora se va a decir tiene más peligro que un ministro con el Twitter».

Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid.

No hay un solo día en el que todo el que se atreva a escribirle reciba una de sus impresentables respuestas. Y es que su comportamiento en la red es tan previsible como el jaleo de una manada de monos al recibir su ración diaria de plátanos. Y da igual que seas periodista, un rival político, o un ciudadano cualquiera… ¡No oses cuestionar su sapiencia selvática!

Pero lo que de verdad debería inquietarnos no es solo el show en redes sociales, sino que tenga el beneplácito de su superior, el que le puso en el puesto. Si con todo lo que hemos visto hasta la fecha no le ha puesto freno, ¿significa que su comportamiento es un modelo a seguir para el resto?

Quizá sea el momento para que los medios de comunicación no callaran y le recordaran que estamos en el siglo XXI, donde esperamos que nuestros dirigentes sean algo más que primates con wifi. Que evolucionen no solo en la forma, sino también en el fondo de sus mensajes. Porque no hay nada más peligroso que un mono con dos pistolas, salvo, quizá, un ministro con acceso a Twitter.